¿Se puede controlar a las moscas de la fruta sin aplicar insecticidas?

Publicada el 11 Nov. 2021

Estos insectos causan pérdidas económicas cuantiosas en la Argentina. Un estudio académico estableció por qué los métodos genéticos para frenar la plaga fallan sistemáticamente. Se proponen posibles soluciones para aplicarlos con éxito.

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Por: Pablo A. Roset

(SLT-FAUBA) Según el MAGyP de la Argentina, las pérdidas económicas por las moscas de

la fruta ascienden a 19 millones de U$S al año, el 20% de la producción. Hoy, para controlar

la plaga se aplican insecticidas nocivos para el ambiente, y por eso, una gran alternativa es el

control genético. Este método se basa en producir y liberar moscas macho estériles que, al

aparearse con hembras silvestres, hacen que éstas no dejen descendencia. Así, la densidad

poblacional baja y la plaga deja de ser un problema. Entonces, ¿Por qué este método fracasa

sistemáticamente? Un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) que

condensó cuatro décadas de investigación en moscas de la fruta, profundizó en las causas de

las falencias de los métodos genéticos y explicó cómo solucionarlas.

“Durante 40 años estudiamos la genética de dos moscas de la fruta: la del Mediterráneo, o

Ceratitis capitata, y la sudamericana, o Anastrepha fraterculus, con la idea de determinar qué

factores pueden estar haciendo fallar los controles genéticos de las poblaciones de estos

insectos”, comentó Alicia Basso, docente de la cátedra de Genética de la FAUBA.

La investigadora señaló que los métodos genéticos consisten en esterilizar las moscas de la

fruta para controlar sus poblaciones. El primero que se conoció fue la Técnica del Insecto

Estéril (o SIT, por sus siglas en inglés), que se basa en esterilizar con radiación a millones de

moscas —machos y hembras— en el laboratorio, para luego liberarlas al ambiente. “El

problema con este método es que aumenta el número de hembras en las zonas productoras de

frutas, y a pesar de que las hembras liberadas son estériles, conservan el hábito de pinchar el

fruto con su aparato ovipositor para poner los huevos, con lo cual los daños al final son

mayores”.

Según Basso, una técnica posterior, conocida como Técnica del Macho Estéril, resultó en una

mejora de la SIT. En este nuevo método se liberan al ambiente solamente machos estériles de

las moscas de la fruta. Si bien la nueva técnica es superadora, tiene dos problemas.

El primero es que para producir ‘sólo machos’ y para esterilizarlos, las moscas pueden recibir

dosis elevadas de radiación. En consecuencia, los machos ‘de laboratorio’ son menos

competitivos que los silvestres, y las hembras terminan siendo fecundadas por machos

fértiles.

El segundo problema a resolver es que los machos esterilizados de laboratorio suelen ser

incompatibles genéticamente con las poblaciones naturales. “En nuestro país se trabaja desde

hace muchos años con un único genotipo de moscas proveniente de Viena. Se suponía que era

tan bueno que controlaba cualquier población de moscas del mundo, lo cual resultó negativo,

produciendo fallas graves de apareamiento y, en definitiva, de control de la plaga”, explicó

Basso.

“Tras décadas de estudiar la composición genética de las poblaciones comprendimos el

fracaso del control genético en la Argentina: nuestros resultados hoy demuestran que es

ineludible realizar muestreos genéticos frecuentes de las poblaciones silvestres de las moscas.

La idea es detectar mutaciones nuevas que afecten el adecuado apareamiento entre las

poblaciones naturales y los machos generados en laboratorio”, sostuvo Alicia, quien publicó

estos resultados en la revista Journal of Applied Biotechnology and Bioengineering .

“Otro resultado clave del trabajo es que para establecer los genotipos a partir de los cuales

producir las moscas macho es indispensable realizar estudios ‘de interacción genotipo x

ambiente’. Esto implica determinar cómo los distintos ambientes naturales pueden modificar

la genética de ambas especies, la del Mediterráneo y la sudamericana”. Basso añadió que es

clave determinar los genotipos más frecuentes en cada población geográfica para usarlos en

desarrollar los machos estériles para cada población.

¿Cómo sabemos que son machos?

“La manipulación genética de las moscas en laboratorio se realiza cuando están en estado de

larva”, aclaró Alicia Basso, y agregó: “Es importante conocer el ciclo del insecto. Las larvas

emergen de los huevos que pone la hembra en la fruta y se desarrollan en la pulpa. En cierto

momento, salen del fruto y caen a la tierra, donde comienza el proceso de endurecimiento de

la cutícula larval para transformarse en pupa. Dentro del pupario —una especie de cascarón

duro— se destruyen los tejidos larvales y comienza el proceso de metamorfosis, que termina

cuando se convierten en moscas con alas y patas, o sea, en insectos adultos”.

La investigadora indicó que para seleccionar sólo a los machos, a las larvas se les produce

—por medio de una metodología compleja— una mutación en un gen particular. Este gen

hará de marcador genético porque genera dos características alternativas. “Tras la mutación,

la pupa puede ser marrón o negra, o el desarrollo, normal o acelerado. Luego, con técnicas

genéticas específicas vinculamos ese gen marcador al cromosoma que hace que una mosca

sea macho y, entonces, por esta característica puntual podemos diferenciar a los machos de las

hembras”.

A modo de ejemplo, en su trabajo, Basso detalló que en C. capitata, el marcador genético

donde se produjo la mutación fue el gen llamado sw, que afecta la velocidad de desarrollo de

las moscas. Una vez vinculado ese gen al cromosoma que define que un individuo sea macho,

se los pudo separar con facilidad porque se desarrollaban mucho más rápido que las hembras.

El control genético de las moscas de la fruta es posible

Si bien para algunos países, ciertas frutas que hospedan a Ceratitis y Anastrepha pueden no

ser de importancia económica, igual funcionan como ‘criaderos’ de moscas. Por eso, es

fundamental que consideremos que cada población de esta plaga incluye un grupo de

genotipos distintos cuyas frecuencias fluctúan al compás de cambios climáticos. Para avanzar

en los métodos genéticos de control es indispensable que se estudien las diferentes

poblaciones naturales en distintas localidades”, dijo Alicia.

Para la investigadora, es imperativo estudiar la compatibilidad genética entre la o las cepas

que se liberen al ambiente y la población silvestre de moscas de la fruta a controlar. “El éxito

del control genético depende de esa compatibilidad de apareamiento. Justamente, y como

resalté antes, la genética de una población de moscas de la fruta es heterogénea. Por eso,

debemos investigar si esos diferentes genotipos son compatibles con la cepa de machos

estériles con que ‘inundaremos’ el ambiente”.

“¿Es posible y necesario erradicar las moscas de la fruta?”, se preguntó Basso. “La verdad

que no. Además, ¿Cómo asegurarnos de haberlas eliminado a todas? Eso sólo podrían lograrlo

ciertas condiciones climáticas o ecológicas. En la actualidad, los controles incluyen usar

insecticidas químicos, que contaminan el ambiente. La mejor alternativa son los métodos

genéticos, ya que se valen de las moscas para su propio control. Pero si no se muestrean

genéticamente las poblaciones naturales y no se verifica la compatibilidad entre éstas y los

machos estériles, las posibilidades de éxito seguirán siendo nulas. El objetivo de la Técnica de

Macho Estéril es controlar la densidad poblacional para que la plaga no perjudique los

cultivos”.

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