Por más de cuatro décadas, la cabaña fundada por Rumelio Spiazzi se convirtió en un referente en genética bovina. Hoy, bajo la conducción de Patricio, continúa afianzando su camino en Hereford y Braford, con la vista puesta en la innovación y el crecimiento sostenido.
La historia de Cabaña Maivarepá se remonta a 1977, cuando Rumelio Spiazzi decidió emprender en la cría de razas bovinas. El nombre, lejos de provenir del guaraní como muchos creen, nació de la unión de las primeras letras de los nombres de sus cuatro hijos. Desde aquel inicio, la cabaña incursionó en Hereford, Angus, Brangus y Braford, aunque fue definiéndose con mayor fuerza en Hereford y, desde 2008, retomó el camino del Braford.
“Hoy estamos prácticamente mitad y mitad entre Hereford y Braford”, cuenta Patricio, quien encabeza la gestión de la cabaña tras un proceso de consultoría familiar que asignó roles a cada integrante en las distintas unidades de la empresa, que también incluye el centro de inseminación CLIA.
Un presente sólido
Actualmente, el plantel de Maivarepá alcanza entre 300 y 350 madres. La cabaña mantiene un fuerte vínculo comercial con Corrientes, especialmente en Curuzú, donde históricamente colocan Hereford, muy valorado como raza cruzante para potenciar características carniceras y de precocidad. En el sur de Entre Ríos, en cambio, el mercado demanda principalmente Braford.
La producción se sostiene sobre una base de trabajo con fuerte respaldo técnico: “Conocemos padres y madres de todos los animales, estamos en las evaluaciones genéticas de Hereford desde 1991 y en el programa Braford desde hace unos seis o siete años”, explica Spiazzi. Además, aplican ecografías y mediciones desde etapas tempranas, garantizando precisión en la selección.
En paralelo, el CLIA (Centro de Inseminación Artificial) sigue siendo un bastión de innovación. Fundado en los años ’70, fue uno de los primeros centros del país en su tipo y hoy mantiene un perfil integral, con elaboración, comercialización y capacitación. Allí realizan dos cursos intensivos por año en inseminación, con cupos limitados pero alta demanda, que lo posicionan como espacio de referencia en la formación de técnicos.
Desafíos y oportunidades
El sector ganadero, reconoce Patricio, atraviesa un buen momento, con precios firmes y creciente adopción de tecnología: “Hoy vemos más productores invirtiendo en balanzas electrónicas o mejoras en instalaciones, algo impensado años atrás. Pero necesitamos al menos diez años de continuidad para consolidar este proceso”.
El cruzamiento, asegura, sigue siendo un área con gran potencial en Argentina: “El vigor híbrido puede aportar entre un 10 y un 20% más de kilos a los terneros sin costo adicional, pero falta orden y planificación en su aplicación”.
Una mirada optimista
De cara al futuro, Spiazzi se define como un “eterno optimista”. Tanto en la cabaña como en el centro de inseminación, el desafío será sostener la estabilidad y seguir apostando a la genética como motor de competitividad. “El legado de mi padre fue no solo fundar la cabaña y el CLIA, sino también lograr que todos los hijos trabajemos juntos y nos llevemos bien, algo que no siempre se da en empresas familiares. Eso es un valor enorme”, resume.
Con raíces firmes en la tradición y la mirada puesta en la innovación, Cabaña Maivarepá se proyecta hacia el futuro como un actor clave en la mejora genética y en la formación de nuevas generaciones de ganaderos.